La noticia sacude el ecosistema mediático. La compañía Meta -propietaria de Facebook, Instagram y WhatsApp- decidió terminar con su programa de verificación de información en Estados Unidos. La medida inquieta a gran parte de la comunidad periodística y a organizaciones dedicadas al fact-checking en todo el mundo.
— Muchos ven en este anuncio una luz roja que podría desencadenar mayor propagación de rumores o noticias falsas —. Otros interpretan la decisión como una sacudida inevitable en las políticas de moderación de contenidos. El fenómeno del fact-checking no se entiende sin detenerse en su origen.
Metodologías para contrastar declaraciones
A inicios de la década de 2000, algunos medios de comunicación en Estados Unidos comenzaron a adoptar metodologías para contrastar declaraciones de figuras políticas. PolitiFact, lanzado en 2007 y posteriormente galardonado con el premio Pulitzer, es uno de los ejemplos más citados.
Desde entonces, la práctica se expandió a programas televisivos de corrección en tiempo real y a sitios web especializados que etiquetan información bajo etiquetas de veracidad o falsedad. — En 2016, con la elección de Donald Trump y el referéndum del Brexit, el auge de la desinformación llevó a gigantes tecnológicos a forjar alianzas con medios en busca de mayor credibilidad —.
Surgieron iniciativas conjuntas para contener ese torrente de contenidos manipulados que saturaba las redes sociales.
Un panorama complejo para la prensa
La participación de Meta en el financiamiento de proyectos de verificación resulta crucial para distintos medios. Algunas organizaciones pequeñas venían dependiendo casi por completo de este respaldo económico. Check Your Fact, citado por medios estadounidenses como Business Insider, aparece como un ejemplo de dependencia extrema.
PolitiFact, por el contrario, obtiene algo más del 5% de sus ingresos gracias a esa colaboración, tal como reportó The New York Times. Esa variación ilustra la diversidad de modelos de negocio que coexisten en el entorno de la verificación digital.
Agence France-Presse (AFP) colabora con el programa de verificación de Facebook en al menos 26 idiomas. Sus directivos anunciaron que se encuentran en un proceso de evaluación para determinar el impacto de la decisión de Meta en Estados Unidos.
— La preocupación va más allá del territorio norteamericano —, puesto que la empresa de Mark Zuckerberg paga por usar las verificaciones de unas 80 organizaciones a nivel global, tanto en Facebook como en WhatsApp e Instagram.
El impacto en África y otras regiones
La situación adquiere una tonalidad grave en países africanos, donde la sostenibilidad financiera del fact-checking depende de manera directa en los aportes de Meta. Laurent Bigot, miembro de la Red Internacional de Fact Checking (IFCN), advirtió que si la compañía recorta el presupuesto en el continente, no habrá instituciones dispuestas a retomar esa labor.
Explicó que la desinformación en ciertos contextos puede tener consecuencias fatales. — En regiones donde la infraestructura mediática es frágil, la verificación digital se convierte en una barrera que salva vidas —. El programa Africa Check en Dakar y Data Check en Camerún son solo dos ejemplos de organizaciones que se verían afectadas de forma inmediata.
La falta de fondos impactaría la capacitación de personal, la logística y la capacidad de monitorear las redes sociales en múltiples idiomas y dialectos locales. Dado que se trata de tareas costosas, la retirada de Meta implicaría el debilitamiento de esfuerzos para combatir rumores peligrosos o mensajes incendiarios. Algunos colectivos temen un incremento de la violencia y de la manipulación informativa.
Argumentos de Meta y reacciones
Mark Zuckerberg defendió la postura de Meta, argumentando que los equipos de verificación en Estados Unidos se politizaron demasiado, lo que habría disminuido la confianza de los usuarios en lugar de fortalecerla. Bajo esa lógica, la compañía aspira a restaurar la “libertad de expresión” en sus plataformas.
Figuras como Elon Musk, dueño de X (antes Twitter), respaldan esa línea y llevan años acusando a los fact-checkers de silenciar a voces conservadoras. — Políticos republicanos coinciden con ese discurso —, alimentando la idea de que las organizaciones de verificación suprimen contenidos afines a su espectro ideológico.
De la desinformación a la confrontación
La periodista filipina y premio Nobel de la Paz, María Ressa, ofreció declaraciones contundentes al señalar que, con esta medida, Facebook se arriesga a permitir la propagación de “mentiras, ira, miedo y odio” en la plataforma. Su advertencia alude a la posibilidad de caer en un “mundo sin hechos”, una distopía donde la veracidad ceda ante la manipulación.
El temor de Ressa se hace eco en otros referentes del periodismo mundial que consideran la verificación una pieza esencial en la lucha contra la desinformación. Laurent Bigot se refirió a la decisión de Meta como el fin de “una situación anómala”. Explicó que las plataformas sirven de vectores gigantes de contenido engañoso y, al mismo tiempo, tratan de lavar su imagen financiando programas de verificación.
Desde su óptica, la retirada de este apoyo revela una contradicción en la política corporativa de la compañía. — Es un paso que expone la tensión entre el afán de proteger la libertad de expresión y la urgencia de controlar la desinformación —.
Angie Holan, directora de la IFCN, respondió que su labor jamás suprimió mensajes. Insistió en que los verificadores añaden información adicional o corrigen afirmaciones engañosas, respetando principios de imparcialidad y transparencia.
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